miércoles, 12 de agosto de 2009

Aporte de Alicia Naput al debate por los fondos mineros

A la comunidad de la FCE:
Con motivo de deliberar acerca de la última votación de Consejo Superior respecto de la aceptación de los fondos de la explotación minera nos reuniremos en la facultad, los profesores, hoy martes a las 20 (tal como oportunamente nos convocara la profesora Geniz).
Sabemos que el día jueves, tal como nos informara la profesora Mónica Sforza, se reúne el Consejo Directivo de nuestra Facultad. En función de esa reunión quería proponer o sumarme a la propuesta de que se convoque en esa reunión de Consejo a una asamblea interestamental para deliberar y decidir respecto de la posición de nuestra institución.
Quisiera compartir con ustedes algunos argumentos que me permiten sostener el rechazo de los fondos para la facultad.
La autonomía emerge cada vez que somos capaces de decir NO a aquello que se pretende ley sin nuestro consentimiento. Para ello claro está es preciso rechazar la extorsión.
Como dice la investigadora Norma Giarraca: “Hay muchas razones por las cuáles una sociedad responsable, libre y pensante (autónoma) debería negarse a esta producción que tanto rememora el coloniaje con su despojo de territorios y cuerpos”. Lo hemos dicho ya: la contaminación, el despilfarro de recursos, el saqueo (…) sintetizando podríamos acordar con Giarraca: “para muchos de nosotros es suficiente sostener el principio de convivencialidad que supone el reconocimiento de ciertos límites para mantener un equilibrio ecológico, social, humano, en un pacto generacional”. Pero tal como lo subraya la investigadora vivimos en un mundo dominado por los principios de eficiencia y por la tolerancia a la contaminación y al sufrimiento humano, un mundo dominado por las reglas del Capital… por ello ella sostiene (de manera interesante) que el papel de las universidades debe ser activo en la ardua batalla social, legal, cultural y política, de las poblaciones contra las empresas mineras. Y ello supone formar parte de esa resistencia a la deshumanización en dos sentidos: en la producción de saberes técnicos que colaboren activamente en la batalla de los pueblos y en la difusión y esclarecimiento acerca de las decisiones de nuestros gobernantes en materia productiva.
Es claro y tal vez obvio que para trascender el debate interno de la universidad es preciso consolidar posiciones claras, consecuentes, que nos permitan avanzar articulando con otras facultades de diversas latitudes en una acción política, por lo menos, de difusión y deliberación pública. Por ello considero que quiénes rechazamos en el Consejo Superior (a través de nuestros mandatarios) la aceptación de los fondos de la Alumbrera debemos sostener esa posición para nuestras Facultades.
Leamos a un científico y universitario: Decía Oscar Varsavsky a fines de los años ‘60:
“El valor de un científico debería medirse por la calidad de su trabajo, la originalidad de sus ideas y la influencia que ellas tienen en sus colegas, por su capacidad de formar a otros más jóvenes, de crear escuela, por la intensidad y continuidad de su esfuerzo.
Todo esto es muy difícil de medir, de contabilizar, y hay que hacerlo para millones de jóvenes que aspiran a entrar a este grupo y para los centenares de miles que ya han ingresado pero cuidan celosamente que no se les postergue el reconocimiento de sus méritos.
El sistema ha resuelto este problema de una manera muy acorde a su ideología, usando como instrumento principal el paper.(…) Sin exagerar demasiado podemos decir que lo que el investigador científico produce para el mercado científico es el paper (…)
En base a esto se ha creado un mecanismo de ingreso y movilidad interna en este grupo (…) controlado por una élite cuya autoridad deriva en parte de sus antecedentes científicos y en parte cada vez mayor de su influencia sobre las fundaciones y otros proveedores de fondos (…)
Esta tendencia a usar sólo índices cuantificables es ya mala en economía, peor en Sociología y suicida en Metaciencia pero se usa porque es práctica.
Resumiendo: cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a sus ‘carrera’, aceptando para ellas las normas y valores de los grandes centros internacionales, concretados en un escalafón.(…)
La mayor vitalidad y originalidad de la ciencia, nos dice Varsavsky la encontramos en los críticos de la sociedad actual, ej: Marcuse, W. Mills… Hay lamentablemente una escasez de genio (de ideas que sean cualitativamente distintas) que asume su verdadera proporción cuando se la compara con la superabundancia de medios disponibles.”
No quisiera decir que respecto del diagnóstico de Varsavsky, la escasez de genio, hoy estamos un poco peor… y que lo que se invoca en la discusión de la aceptación de los fondos de la Alumbrera es la supervivencia lisa y llana de una estructura pública que parece haber renunciado a sus mandatos… Tenemos la oportunidad de recuperar la voluntad instituyente, podemos recomenzar como cuando se decidió poner la universidad de pie tras el terror de Estado… nosotros somos la “institución”, podemos reactivar lo que la reacción neoconservadora pretendió que enterraba para siempre: la responsabilidad de pensar y construir el porvenir colectivo.
Alicia Naput

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